Bucear en las profundidades de la historia de la literatura de Junín y la región es una tarea compleja, por el paciente trabajo de reconstrucción histórica y de archivo que demanda, pero lo es aún más si el propósito es descubrir –y componer sus biografías y obras, muchas veces perdidas en el arcón amarillo del tiempo- a las escritoras mujeres de comienzos del siglo XX de nuestra ciudad.
Es que, si bien el noroeste bonaerense tenía una rica producción y vida cultural –periódicos, diarios, revistas, ediciones, grupos de lectura y grupos literarios- el espacio destinado a la publicación de textos escritos por mujeres era reducido. A este hecho se le agrega que muchas debían recurrir a la utilización de seudónimos masculinos para lograr publicar. Dicho de otro modo, cuando la mujer escribía se consideraba que estaba transgrediendo un límite social y ocupando un espacio que no le era correspondido.
«Muchas debían recurrir a la utilización de seudónimos masculinos para lograr publicar».
“Mujeres boxeadoras”
Esta problemática no era exclusiva de esta región, sino que en el ámbito nacional también aparecen circunstancias y escenas de lectura similares. Una de las mujeres que quedó al margen de las letras argentinas es Salvadora Medina Onrubia, la primera en el país que escribió teatro anarquista. Hace algunos años se comenzó a revalorizar su obra y se popularizó su frase “mujeres boxeadoras”.

A comienzos del siglo XX, la mujer estaba lejos de tener los mismos derechos que los hombres. De hecho, no tenían derechos civiles ni económicos y para poder trabajar debían presentarse con una carta en la que el marido le otorgaba un permiso. Esta situación cambió a partir de la modificación del código civil, en 1926, cuando se consideró a la mujer como sujeto de derecho y logró la autonomía económica. En sintonía con la época, la responsabilidad de estar embarazada era exclusivamente de la mujer y por ello, las madres solteras tenían a sus hijos en los subsuelos de los hospitales, separadas de las esposas. Incluso el censo de 1914 no incluyó a las madres solteras, solamente participan las madres viudas o casadas.
Otro de los temas de debate nacional de la época fue el voto de la mujer. Julieta Lanteri, una de las pioneras en estudiar medicina -dado que esta carrera estaba vedada para las mujeres- fue la primera sufragista en América Latina. Votó en elecciones municipales, en 1911, argumentando que tenía carta de ciudadanía. Días después salió una ordenanza municipal que prohibió que las mujeres voten, con el argumento de que no habían realizado el servicio militar. Julieta encontró una trampa y sostuvo que las mujeres no podían votar, pero sí podían postularse a elecciones. Así se convirtió en la primera candidata en la Argentina. Otro antecedentes de las luchas por lograr el voto femenino fue Emar Acosta, abogada, primera legisladora del país. Fue elegida diputada provincial de San Juan en 1934.

Debates y roles
En los diarios de Junín se recurrió a estos hechos nacionales para reavivar el debate local. Una de las personas que impulsó este debate fue María Peralta Thorp. “Es elector el holgazán, el apache y cuanto zángano hay sobre la tierra. Todos eligen en nuestra tierra, y sus elegidos discuten y resuelven problemas fundamentales para la mujer, mientras ésta debe permanecer cruzada de brazos esperando soluciones por parte de su ‘protector’, el hombre” (El amigo del pueblo, 24 de octubre de 1934).
También denunció que solamente el partido socialista incluyó en su programa el voto de la mujer y propuso crear clubes de mujeres. La finalidad era tratar temas que afectaran a la mujer y tener un espacio social donde se pudieran abordar temas culturales, conocer las ideas de las otras mujeres y poder exponer las ideas propias. Sostuvo que los clubes deportivos y sociales nombraban en la subcomisión a señoritas, pero después no les daban ninguna participación. Su tarea se reducía a vender entradas o rifas. La misma situación sucedía con las cooperadoras de las escuelas que eran manejadas por hombres cuando cada 10 maestros había 200 maestras. “La creencia de que la mujer no debe salir del hogar si no es para hacer compras o visitar amigas ha venido postergando, a través de los años, su intervención en estos y otros asuntos” (El amigo del pueblo, 15 de septiembre de 1934).

Otra de las escritoras de la región que se posicionó respecto a esta temática fue Jessie Will. “La mujer es parte, la mayor y más sufriente, de esa sociedad, de nuestra sociedad moderna y humana. No debe mantenérsela, entonces, alejada de una facultad que usará como cosa de su conducta, de su interés y como su corazón le indique. Debe ser electora también” (Derechos políticos de la mujer, 1934).
En sintonía, la poetisa María Angélica Cichero señaló: “La mujer en la actualidad trabaja, estudia y lucha a la par del hombre; por eso considero necesario que se defienda concurriendo a las urnas. Soy una convencida de la bondad del voto femenino, que elevará a la mujer en su propio concepto y la impulsará a mejorar sus condiciones intelectuales para participar con éxito en la elección de sus gobernantes”.

Lucía J. Menghini fue la directora de la revista juninense Pétalos, publicada por primera vez el 15 de diciembre de 1932. Este espacio fue importante para la difusión de literatura de mujeres de Junín y también de los pueblos cercanos. “Esperamos la benevolencia y el apoyo de las mujeres de Junín, tan importantes y decisivos para la vida de esta revista. Todas pueden llegar hasta ella, ella puede llegar hasta todas como un noble vínculo que nos haga conocer y estimar”.

Los temas que abordaban
En relación a las temáticas que abordaban las escritoras se destacan la abolición de la prostitución. Jessie Will escribió: “En nuestro país circulan libremente y comercian libremente también, los tratantes de blancas. Con su dinero compran hasta la justicia… La sociedad les admite en su seno” (Esclavas modernas, Orientación, 12 de agosto de 1934). Reyna Suárez Wilson, columnista y redactora del diario Democracia, escribió en su libro Las voces del silencio (1934): “Pobre amigo, ha de ser triste tu vivir,/ de cuerpo en cuerpo, sin sentir/ ni siquiera un momento que la mujer, uncida/ a tu lujuria te desprecia a su vez./ Te desprecia, y se siente transida/ de soledad mortal. Y estás solo,/ y no puedes salvarla del desprecio,/ ni puedes ya salvarte de tu propio destino,/ material y mezquino.// Pobre amigo, que la lucha de sexos no supera,/ nunca un alma de mujer se volcó entera/ sobre la tuya, nunca,/ te habló en la sombra de su intensa pena,/ de no ser más hermosa y más buena/ para ti, nunca,/ en la tristeza loca, en la esperanza trunca/ que trae marejada de llantos sin sentido,/ buscó tu pecho como quien busca un nido/ Tú nunca has conocido una mujer”.

Otra temática presente en los textos es el hambre y la indiferencia. Rita Dalvi escribió: “A qué sales a pedir, cierto día pregunté/ella contestó: no sé./ mamita me hace salir.//Eres aún muy chiquitina/¡Ve a tu casa, ligero!/ -No, que si no llevo dinero,/me pega-./-¡Qué cariño!// Di a la niña lo que me pedía/ y con hondo desconsuelo/ alzando los ojos al cielo/ murmurando: ¡madre mía!// Mientras esta pobre niña/ va una limosna implorando/ ricos viven derrochando/ su fortuna en el placer” (Orientación, 31 de marzo de 1935).

María Cerone de Asensio, poeta y docente de Lincoln, aborda la vejez desde la mirada de una mujer. “Porque es vieja, achacosa, agobiada,/ y tiene las manos/ surcadas de arrugas, lo mismo la cara;/ los dedos nudosos, los hombros cargados,/ fue también una joven amada,/ con carne que olían a rosas y a nardos;/ ardía en sus venas la sangre/ y en sus labios el canto y el rezo/ se hicieron carne./ Tuvo ensueño de amor esta anciana/ en día lejano,/ cuando el oro caía en su frente,/ con blancor de mármol.// ¿No será de mi cuerpo el espectro,/ en día lejano,/ esta viejecita que cansada pasa?”






Replica a «El poder de decir»: Florencia Baez Damiano acerca la linguística al público general en su nuevo libro de divulgación – Edición Noroeste Cancelar la respuesta