Junín es una ciudad distinta. No por sus edificios, sus plazas o su ritmo de vida, sino por algo que se ve al caminar: las veredas tienen bancos. Muchos. En casi todas las cuadras. Los vecinos los conocen como poyos y no son un adorno ni un capricho: son una tradición urbana que resiste.

Los poyos son bancos hechos de piedra, ladrillo o cemento, apoyados contra las paredes, generalmente junto a las puertas. La Real Academia Española los define como “banco de piedra u otra materia arrimado a las paredes, ordinariamente a la puerta de las casas”. En Junín, tienen un valor especial: funcionan como punto de encuentro, descanso y conversación entre vecinos.

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Los bancos de Junín tienen ese no se qué… (Foto: Facebook/Liliana Gonz).

“Me encanta caminar por las veredas y verlos. No me canso de fotografiarlos”, cuenta una visitante que regresó varias veces a la ciudad atraída por esa costumbre tan particular.

Una costumbre de otra época, pero viva

Quienes crecieron en Junín recuerdan esas tardes de verano donde los adultos se sentaban en la vereda y los chicos jugaban en la calle. “En Pueblo Nuevo, la gente iba al cine, a la heladería, caminaba por calle España. Y los bancos eran un lugar de encuentro”, rememoró un vecino.

En barrios como Belgrano, Las Morochas, El Picaflor o Nuestra Señora de Fátima, todavía se ven poyos originales, hechos con ladrillos, madera o piedra. Muchos fueron construidos por los propios vecinos para no tener que sacar las sillas cada vez que salían a la vereda.

“Los vecinos comían en la calle, se cortaba el tránsito y hasta se hacían bailes. Toda la familia participaba. Eran otros tiempos”, contó una mujer de 90 años que vive en el barrio Belgrano.

El arquitecto Amancio Williams también se sorprendió

Uno de los detalles más llamativos de Junín sorprendió incluso al reconocido arquitecto Amancio Williams, autor de la famosa Casa del Puente en Mar del Plata. Cuando visitó la ciudad, no pudo evitar hacer un comentario irónico:

“Los patios de las casas deben ser o bien feos o muy chicos”.

Lo cierto es que los patios en Junín no son ni feos ni chicos. Abundan las casas tipo “chorizo”, con amplias galerías y salas. El fenómeno de los poyos, más que una necesidad arquitectónica, parece responder a una lógica social que todavía sobrevive.

Un patrimonio urbano que se protege con arte

La Fundación Ciudad Abierta organizó el concurso fotográfico “Poyos en la vereda”, que busca destacar la presencia de estos bancos en la vida cotidiana juninense. No se trata solo de mostrar su estética, sino de rescatar el rol social que todavía cumplen en muchos barrios.

Una recorrida por la ciudad permite ver bancos de todo tipo: de hierro con detalles artesanales, de madera con listones, de granito, cemento o bloques premoldeados. Algunos datan de décadas atrás, otros son más modernos. Todos tienen algo para contar.

¿Siguen existiendo los poyos en Junín?

Con el paso del tiempo y el avance del vandalismo, muchos poyos antiguos fueron reemplazados. Desde el municipio explican que los bancos de madera, aunque estéticamente agradables, no resisten bien el paso del tiempo ni el maltrato. Por eso, en plazas y espacios públicos se están instalando estructuras más resistentes, como bloques de hormigón.

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Hoy, además de las casas, hay bancos en lugares clave como la calle Roque Sáenz Peña, el Parque Borchex, el Parque Natural Laguna de Gómez y varias plazoletas. Pero los más emblemáticos siguen siendo los que están pegados a las paredes, esperando que alguien se siente a tomar aire o a charlar con un vecino.

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