Por Rodrigo Esponda (*)
En los últimos 25 años, los gobiernos nos plantearon diversos roles que debería ocupar el Estado. Durante el kirchnerismo, el Estado era el órgano supremo que debía regular y manejar nuestras vidas, un padre, o más aún, un Dios. Todo lo podía, con un gran relato cinematográfico decía estar presente para mejorar nuestras vidas, cosa que la realidad nos mostró que no era así. La sobredimensión del Estado solo trajo más pobreza y una degradación muy importante en las inversiones, lo que generó gran deterioro social y en la infraestructura general de nuestro país.
Luego llegó el turno de Mauricio Macri y Cambiemos, en el que el Estado quiso ajustar el gasto desmedido, pero sin afectar intereses, estando más atento a las reacciones que a las acciones necesarias para afianzar el cambio, confiando en promesas de inversiones privadas que no llegaron, haciendo insostenible el intento de instaurar un equilibrio.
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Hoy Javier Milei no cree en el Estado, piensa que el mercado todo lo puede y que las instituciones están de más, que le estorban en su programa de gobierno. Es muy cierto que mayoritariamente la gente lo eligió, pero a los legisladores también los eligieron y en nuestra República, el Estado está conformado por tres poderes independientes.
Creo que el Estado es fundamental para poder pensar en el futuro. Claro que no el Estado que proponía el kirchnerismo, pero sí un Estado fuerte, ni grande ni chico, eficiente, un Estado que no busque ser socio del privado, un Estado que fije reglas claras, cumplibles y controlables que eviten los abusos y los monopolios. Que incentive las inversiones para el desarrollo y el crecimiento. Que cumpla con sus obligaciones fundamentales: la educación, la seguridad y la justicia.
En los últimos 25 años pasamos de un extremo al otro sin encontrar un equilibrio, lo que preocupa es que gran parte de los políticos no buscan el equilibrio, solo buscan captar la desilusión o la bronca de los votantes proponiendo extremos por derecha o por izquierda, mostrándose disruptivos para ganarse la confianza de los ciudadanos y de esa manera llegar al poder como principal objetivo.
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El futuro es desafiante. Sostener ideas y principios, aunque pareciera que electoralmente no convenga, es un compromiso. Se puede cambiar y afianzar los cambios sin necesidad de mentir, sin usar al otro, pensando y trabajando en la Argentina de hoy y la de los próximos 20 años.
(*) Concejal de la Coalición Cívica de Junín.






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