Con un avance del 73%, la obra de la variante de Chacabuco, en la Autopista 7, es prioritaria para Junín y la región. De hecho, fuentes del oficialismo nacional confirmaron a Edición Noroeste que, por el alto grado de avance y la importancia estratégica de esta obra, está entre los proyectos que deberían reanudarse en los próximos meses, una vez que finalicen las auditorías que lleva a cabo Nación para cerciorarse de que no hayan existido irregularidades.

La paralización de esta obra crucial representa un revés significativo en los esfuerzos por mejorar la infraestructura vial y reducir la cantidad de accidentes de tránsito.

Con una extensión de 23 kilómetros, la autopista se concebía como un elemento fundamental para mitigar los riesgos en una de las arterias viales más transitadas de la región. La disminución en el número de víctimas fatales desde que se anunció su construcción destacaba el impacto positivo que tendría su finalización en la seguridad de los conductores y peatones.

Sin embargo, la falta de continuidad en los trabajos, motivada por la política de «obra pública cero» anunciada por el presidente Javier Milei, ha dejado la obra en un estado de incertidumbre. A pesar de que solo faltan detalles como los últimos 3 centímetros de capa asfáltica, la instalación de cartelería y luminarias, la decisión de paralizar la construcción ha generado descontento y preocupación entre los habitantes de Junín y la región circundante.

La interrupción de la obra también ha suscitado críticas hacia la política gubernamental, ya que, a pesar del alto avance y la importancia estratégica de la autopista para la seguridad vial y el desarrollo regional, no se ha considerado una excepción a la medida de reducción del gasto público.

En conclusión, la paralización de la construcción de la autopista en la Ruta Nacional 7 representa un retroceso significativo en los esfuerzos por mejorar la seguridad vial y fomentar el desarrollo regional. Mientras la obra permanezca detenida, la preocupación por un posible aumento en la cantidad de accidentes en la zona persistirá, y la comunidad continuará esperando una solución que garantice la finalización de esta obra tan necesaria.

¿Modelo «a la Chilena»?

El enfoque en el que está pensando el gobierno de Javier Milei para las obras en rutas implica que sean entregadas al sector privado para su ejecución y gestión.

El modelo chileno se basa en la concesión de obras públicas a empresas privadas a través de contratos con el Estado. Desde la construcción hasta la explotación, las empresas asumen los costos y responsabilidades bajo la supervisión del gobierno. Se establecen peajes u otras tarifas para la recuperación de la inversión y la remuneración de las empresas.

Sin embargo, en Argentina, la propuesta ha enfrentado un fuerte rechazo. La Cámara Argentina de la Construcción (Camarco) ha calificado la implementación de este modelo como inviable en el país. Según Lucas Luciano, presidente de Camarco en la provincia de Buenos Aires, solo un pequeño porcentaje de obras públicas podrían autofinanciarse, mientras que la mayoría requeriría subsidios estatales.

La obra de la variante de Chacabuco, prioritaria para Junín y la Región.

Las autopistas salvan vidas

Las autopistas, con su diseño y características específicas, han demostrado ser una herramienta eficaz en la reducción de la cantidad de víctimas fatales en accidentes de tránsito en todo el mundo. En primer lugar, su diseño incluye características como carriles separados, amplias bermas y vías libres de obstáculos, lo que reduce significativamente la posibilidad de colisiones frontales y choques laterales, dos de los tipos más mortales de accidentes en carretera.

Además, las autopistas suelen contar con sistemas de control de velocidad, señalización clara y barreras de seguridad, elementos que ayudan a prevenir accidentes causados por exceso de velocidad, distracciones o errores humanos. Estas medidas no solo disminuyen la probabilidad de accidentes, sino que también reducen la gravedad de los mismos en caso de que ocurran.

Otro factor crucial es la separación de tráfico, que evita conflictos entre vehículos de diferentes velocidades y direcciones, como ocurre en carreteras convencionales. Esto minimiza las situaciones de riesgo y, por ende, la ocurrencia de accidentes graves.

Las autopistas también suelen estar diseñadas con curvas de gran radio y pendientes suaves, lo que facilita la conducción y reduce la posibilidad de pérdida de control del vehículo, especialmente en condiciones climáticas adversas. Esto contribuye a una experiencia de conducción más segura y menos propensa a incidentes.

Finalmente, las autopistas suelen estar mejor mantenidas y vigiladas que las carreteras convencionales, lo que reduce la probabilidad de fallos mecánicos y aumenta la capacidad de respuesta en caso de emergencia. En conjunto, estos elementos hacen que las autopistas sean una herramienta invaluable en la reducción de la cantidad de víctimas fatales en accidentes de tránsito en todo el mundo.

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