Por Maximiliano Berestein (*)
En el medio de tantas diferencias y desconciertos, tengo fe de que aún quedan puntos de encuentros y certezas que nos convierten en una sociedad con identidad propia.
La educación pública como tesoro nacional, y la Universidad como una herramienta de promoción social ascendente, son máximas del pueblo argentino, que se transfieren familiarmente de generación en generación, como una herencia de valores que debemos proteger, independientemente del contexto y las dificultades.
No hay, ni debe haber, diferencias políticas e ideológicas cuando se trata de preservar el acceso a las universidades nacionales, la ciencia y la tecnología como un servicio a las personas y al crecimiento del país.
Todos tenemos la obligación moral de tomar partido en este debate. No para oponerse a un presidente o a un gobierno que tiene legitimidad, sino para marcar los límites que, como comunidad, no estamos dispuestos a sobrepasar.
Junín tiene una relación muy particular con el sistema universitario. Hay un sueño local que tiene más de 50 años, que impulsó a nuestra ciudad a ser sede de una universidad nacional, después de años de esfuerzo y contribución de muchas personas, que solo aspiraban a que sus nietos puedan tener acceso a la educación superior, como una apuesta a un futuro mejor, motivadas por la convicción de que la Universidad es sinónimo de progreso.
Hoy debemos honrar y proteger nuestro sueño compartido, porque lo alcanzamos y es motivo de orgullo.
Creo que, independientemente de la afiliación partidaria o del voto en las últimas elecciones, o el contexto actual, debemos unirnos ante la situación que les toca atravesar a las universidades públicas nacionales, porque forman parte de nuestros acuerdos, nuestras certezas y nuestra identidad.
(*) Presidente del Frente Renovador de Junín.






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