Héctor Azil presentó su primera novela, «Redención» (Rama Negra, 2019), acompañado del reconocido escritor juninense Juan José Becerra, en el centro cultural Lugares Comunes, a sala llena.
«Estos últimos días estuve leyendo ‘Trance’, de Alan Pauls, y habla de la experiencia de la lectura, pero en tercera persona, y me sentí identificado, yo pensaba que tener cinco libros empezados era algo inusual, me daba un poco de vergüenza, pero me empecé a dar cuenta que hay mucha gente que es así, es un vicio, tal vez el mejor, porque no hace demasiado daño, pero es un vicio egoísta, porque la lectura es solitaria», expresó Azil al comienzo de la presentación.
«No encontré el libro que no me guste y no puedo dejarlos, los termino a todos, por ahí demoro un poco más la lectura, pero aprendí que de todos los libros me queda algo, y eso es maravilloso, todos los libros tienen algo marcado, subrayado, y es una forma de decir esto me gustó, esto me dejó algo, y ni hablar si la lectura les hizo un nudo en la garganta, se les cayó una lágrima o les arrancó una sonrisa, como el último libro de Juan (Becerra), que es como Sandrini, te hace reír y llorar al mismo tiempo», afirmó.
«Sobre el carácter solidario de la publicación de esta novela (lo recaudado servirá para publicar a otros autores locales), el escritor destacó: «Hoy estamos tirando una semillita, un granito de arena, en una tierra que es muy fértil en Junín, en todas las áreas de la cultura, haciendo un poquito cada uno podemos darles oportunidades, porque lo único que necesitan es eso, una oportunidad».
Becerra: «La lectura presiona sobre la escritura»
Por su parte, Juan Becerra afirmó: «No sé cuántos libros he presentado en mi vida, cientos, en general, de amigos, pero en el caso de ‘Tarugo’, nos conocemos hace 40 años, o más quizás, y tengo recuerdos que podríamos llamar, desde el punto de vista dramático, de comunión con él -no en el sentido religioso-, de estar en su casa o en la mía escuchando discos en una situación ritual, porque ustedes saben que la juventud tiene con los fetiches del arte una relación de mucha intensidad. De todos mis amigos de la infancia con él me pasó que había como una frecuencia común, del orden de la sensibilidad. Pasaron los años -porque si hay una cosa que pasan son los años- y cada vez que nos veíamos hablábamos de libros, por supuesto también de Boca, y de libros en el mismo registro que yo hablaba con mis amigos escritores, qué pasaba con el último libro de Saer, por qué me gustó tanto el último libro de Aira».
Y agregó: «Había como un peso, que él empezó a sentir, porque yo creo que es inevitable, que la lectura presiona sobre la escritura, como si un cuerpo desalojara a otro. Y pensé ‘es cuestión de tiempo, un día va a escribir’, porque se escribe por saturación y cristalización de lecturas y por la necesidad de fugar también la presión que la lectura provoca en nosotros. ¿Qué es lo que se fuga? Bueno, eso es algo que depende de muchas cosas, por ahí uno puede tomar la decisión de que se fugue todo lo de uno, es una decisión muy radical, porque significa que uno toma una decisión primaria, que es la de romper con todo. Creo que la historia de Héctor es un poco la historia del proceso que lleva al lector a escribir».