
Acomodó los timbos con cuidado
Y arrancó con su oficio, sin apuro,
Era un punto morocho, ya maduro
En la calle Esmeralda estacionado.
Sabedor que lustrando no hay cuidado,
Es de fiesta mirarlo en su laburo,
Bajando la cabeza se hizo duro
Doblando el lomo, pero no doblado.
Chiflando un tango misho campanea
Con el ojo canchero y displicente
A una mina infernal que taconea.
Barandeando a mujer todo el ambiente,
Mientras mi alma sencilla se marea
Con un vino común, el de mi gente.
(*) En «A mí me fajó Rivero» (Versos cualunques).