Adiós a Gyula Kosice, un artista de vanguardia que dejó la Fuente del Milenio

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Gyula Kosice.

La Fuente del Milenio, una de las obras escultóricas más importantes de Junín, perdió a su su mentor: el artista plástico vanguardista Gyula Kosice, que falleció el 25 de mayo último en una clínica porteña, por causa de las complicaciones de una neumonía.
La obra «Tríada» emplazada en La Fuente del Milenio, en la intersección de la avenida San Martín y Roque Sáez Peña, tiene una altura total de 7 metros y está conformado por tres volúmenes a partir de segmentos de semicurvas elaborados con hormigón. Para hacer sobresalir la piedra a la vista, Kosice recurrió a la técnica del martelinado. En la parte superior posee un círculo espacial recubierto de planchas de acero inoxidable, iluminadas con luces concéntricas. Los chorros de agua que emergen del perímetro permiten apreciar la masa escultórica en toda su potencia.
Hubo un faro en la vida de Kosice: Leonardo Da Vinci. “El es mi verdadero amigo. Cuando lo descubrí, comprendí lo atrasado que estaba yo”, afirmaba. De allí extrajo su inagotada capacidad de invención. Y un día de 1944 Kosice pensó: “El hombre no ha de terminar en la Tierra”, para iniciar a partir de allí la propuesta de la Ciudad Hidroespacial, un hábitat humano instalado en el espacio, a mil o mil quinientos metros de altura, con viviendas nómades hidroespaciales, capaces de permanecer suspendidas y de desplazarse.

Un artista en busca de lo infinito
Había nacido en la ciudad eslovaca de Kosice -cuyo nombre adoptó como propio- en abril de 1924 en el seno de una familia húngara, con la que arribó a la Argentina con tan solo cuatro años. Aquí estudió dibujo en academias libres y, siendo todavía muy joven, se embarcó en las búsquedas plásticas a la vanguardia de la época: el rechazo a pensar en el arte como una forma de representación de la realidad. La necesidad de presentar, a través del ejercicio plástico y poético, otra realidad que pudiera, a su vez, transformar el mundo en el que vivía. Gyula Kosice murió ayer, a los 92 años, en Buenos Aires.
Después de participar como co-fundador del Movimiento Arte Concreto Invención –junto a Tomás Maldonado, Enio Iommi, Alfredo Hlito y Lidi Pratti entre otros- y de la revista Arturo, en 1946 Gyula fundó el Movimiento Madí, en cuyo manifiesto postuló la “pluralidad y ludicidad como valores absolutos”. Pinturas y esculturas móviles y articuladas –como su famoso Rögi, emblema del arte argentino de la época- fueron su forma de liberar a los elementos plásticos y redimirlos de la sujeción a un tema que determinara su expresividad. Pero sobre todo, fueron su invitación a despertarnos la percepción al juego, entre tanta conciencia anquilosada.
A partir de ahí su obra se desplegó en numerosas direcciones, ninguna demasiado convencional. Piezas cinéticas hechas en base a luces y gas neón, sus materiales más característicos. Obras en movimiento continuo como la mente del artista, que a sus más de noventa trabajaba con el mismo entusiasmo que a los veinte. Censores sonoros e interruptores como forma de abrir el juego a los espectadores, hacerlos partícipes de un dinámico y complejo universo, hecho de la fusión del espíritu creativo con la curiosidad científica.
Las obras con agua, -otra de sus obsesiones plásticas, suerte de símbolo de ese mismo continuo movimiento que el artista siempre buscaba señalar- dieron lugar a uno de sus proyectos más singulares, el diseño de su “ciudad hidroespacial”, ocurrencia poética y utópica -pero también perfectamente realizable desde la perspectiva científica- con la que Kosice proponía una solución a la superpoblación mundial, también a la falta de poesía de la vida cotidiana-: una ciudad suspendida en el aire, sobre el agua, donde se pudieran leer frases como ésta: “lugar para dejar escrito –tinta de nubes- la radiación gozosa de todos los deseos”.
Artista prolífico y multifacético, publicó quince libros de ensayo y poesía y expuso en diversidad de lugares. En 1989 el gobierno francés lo nombró Caballero de las Artes y las Letras y en 1997 Buenos Aires lo hizo ciudadano ilustre. En 2013 participó con dieciséis obras de Modernité Plurielle, la gran muestra con la que el Centro Pompidou de París repasó el arte del siglo XX y este año el Museo de Bellas Artes de Houston publicó una serie de notas y entrevistas al artista con ocasión de su cumpleaños. “Tuvo una vida plena y trabajó hasta último momento”, cuenta Adrián, su yerno, y es fácil imaginarlo con el vigor y la entereza que los años no pudieron arrancarle. Su casa -taller en el barrio de Almagro está atestada de obras y funciona también como un museo de acceso público y gratuito. En una de sus salas declaró, hace menos de dos años, y en ocasión de inaugurar la Tercera Bienal Kosice –una iniciativa para el desarrollo de proyectos artísticos-tecnológicos- con la voz tenue de un anciano pero la contundencia poética de un joven: “el arte es moneda de lo absoluto”.
Seguía estando lleno de proyectos. Hace poco más de un mes el Festival de Cine de Buenos Aires presentó un documental sobre su vida y obray el Centro Cultural Recoleta acompañó el estreno con la exposición de tres de sus piezas hidrocinéticas. “Vivió plenamente hasta su muerte –dice su yerno-. No quería morir y peleó hasta el último momento”. Lo cierto es que poco después del estreno del documental en el Bafici Gyula debió ser internado por una serie de descompensaciones que culminaron en la neumonía que causó su muerte. En breve habrá un homenaje en el Museo de Bellas Artes.
Tal vez ahora, por fin encuentre el espacio infinito que siempre buscó.

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